Cada vez quedamos más asombrados por algunos resultados de la tan favorablemente publicitada inteligencia artificial (IA). Junto al asombro y satisfacción por sus inmediatos beneficios, entre no pocos hay una creciente inquietud por ser suficientemente prudentes con su uso.

Por Luis Eguiguren. 22 octubre, 2024. Publicado en Diario El Peruano 19 de octubre del 2024

Su vibrante actualidad ha sido aún más resaltada porque han sido galardonados con el Premio Nobel de Física 2024 los científicos John Hopfield y Geoffrey Hinton, debido a sus contribuciones a la inteligencia artificial y el aprendizaje automático.

Cabe recordar que Hinton, al renunciar a Google en el 2023, abogó por ponerle freno al desarrollo de la inteligencia artificial, expresando: “No creo que deban ampliar esto más hasta que hayan entendido si pueden controlarlo”.

Al respecto, hace unos meses se desarrolló el 2º Foro Mundial sobre la Ética de la Inteligencia Artificial: cambiando el panorama de la gobernanza de la IA. Tuvo lugar en el Centro de Congresos Brdo de Kranj los días 5 y 6 de febrero del 2024, organizado por el Gobierno de Eslovenia, en sintonía con la Unesco. Se presentaron ahí varias iniciativas de este organismo internacional, entre ellas el Observatorio Mundial de Ética de la IA y la Red Unesco de expertos en Ética de la IA sin fronteras.

La Unesco destaca: “Está cambiando el modelo de negocio que impulsa la IA y yendo más allá de los meros principios, con el fin de desarrollar una serie de soluciones concretas y prácticas para garantizar que los resultados de la IA sean justos, inclusivos, sostenibles y no discriminatorios”.

La prudencia–excelencia ética– tiene como componente insustituible “desarrollar una serie de soluciones concretas y prácticas”, como bien expresa la Unesco, sin perder de vista que la prudencia consiste, eminentemente, en adoptar los medios apropiados para realizar un fin lo mejor definido posible. Por esto, en la cita de la Unesco, del párrafo anterior, hay que entender el “yendo más allá de los meros principios” en el sentido de ponerse manos a la obra; y, no como de dejar de lado la debida reflexión sobre cuál es el fin al que se aspira al actuar.

Si no se tiene el fin esclarecido lo mejor posible, ¿cómo se van a encontrar medios adecuados para lograrlo? En las palabras finales de la misma cita: “que los resultados de la IA sean justos, inclusivos, sostenibles y no discriminatorios” se atisba un esbozo del fin. El término “justos” remite a los fines de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU.

Leyendo, hace más de tres décadas atrás, el libro titulado El hombre tolemaico: la crisis de la civilización tecnológica (1975), del connotado jurista y filósofo italiano Sergio Cotta (1920-2007), quedé impactado por esta cita suya: “pareciera que a mayor avance tecnológico la humanidad quedara cada vez más vulnerable”.

Me quedó grabado el contexto en el que Cotta reflexionaba cómo la tecnología nos trae enormes ventajas, aunque, en equivalente monto de esas ventajas, se van presentando sendos riesgos. Así lo expresaba el mismo autor en su libro El desafío de la tecnología (1968): la era tecnológica es, al mismo tiempo, posibilidad de restablecimiento y de progreso y, también, de involución y de muerte. De esta ambivalencia viene el desafío, que inviste –compromete– a cada persona de nuestro tiempo.

El logro del buen vivir, objetivo de la ética, corresponde en definitiva a cada persona. Solo por las acciones correctas de cada uno es que se puede conseguir vencer ante cualquier desafío de la tecnología.

En tal sentido, los compromisos personales aunados están intentando, por ejemplo, lograr una adecuada conducta general respecto al uso y desecho de un fruto de la tecnología: los plásticos. Por ejemplo, cuando vamos de compras, desde hace unos años, procuramos abstenernos de consumir bolsas de plástico, aunque pueda resultar inmediatamente muy cómodo, muy práctico.

Como lo presenta Kant, la Ética –al fin y al cabo, su objetivo: vivir bien– es posible porque actuamos libremente, porque asumimos un cierto deber desde lo más íntimo, sin coacción. Aunque antes de obrar, de acuerdo con aquello que se presenta como que debe hacerse, es preciso recapacitar en qué ocurriría en el mundo si todos hicieran lo mismo. En este sentido, la 41ª reunión de la Unesco, realizada en París del 9 al 24 de noviembre del 2021, ha publicado la Recomendación sobre la Ética de la inteligencia artificial, disponible en Internet. El término “recomendación” alude a que cada uno asuma libremente lo ahí expresado.

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